Tradicionalmente el argentino promedio que, con mucho esfuerzo, logra generar un ahorro, corre rápidamente en busca del dólar. Esta es una realidad que, con los años, demostró ser segura, ya que ahorrar en dólares nos mantiene a salvo de devaluaciones e imprevistos típicos del contexto económico.
Sin embargo, ¿adónde van a parar esos dólares? Algunos ahorristas, los más atrevidos, recurren a bancos o entidades financieras que ofrecen una rentabilidad mínima. Otros, los más desconfiados, los dejan “descansar en el colchón”, resguardando ese capital pero limitando su potencial.
Otra de las características del típico ahorrista argentino es que no tiene un propósito concreto. Ahorra solo para “estar tranquilo”. En cambio, cuando ahorramos con una meta (multiplicar ingresos, vivir de rentas, emprender un cambio en nuestra situación económica, ayudar a nuestros hijos, planear nuestro retiro, etc.)logramos ver que ese objetivo a mediano y largo plazo se puede concretar mucho más rápido con herramientas que nos ayuden a multiplicar.
Todo pequeño o gran inversor comenzó alguna vez siendo un pequeño ahorrista. Y esto es algo que las personas –por miedo o por desconocimiento- a veces pierden de vista. El ahorro estancado no crece y, por lo tanto, no cambiará sustancialmente nuestra situación económica.
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